Un buen descanso y un sueño reparador son necesidades básicas para el
ser humano y fundamentales para que podamos disfrutar de un buen estado de
salud y bienestar.
Además, sus implicaciones van mucho más allá que las relacionadas con
el buen funcionamiento de nuestro organismo, ya que tanto la falta como una
mala calidad del sueño tienen repercusiones negativas en el correcto
funcionamiento durante el día, afectando a: Nuestra calidad de vida, salud, las
relaciones sociales, laborales… llegando incluso a comprometer la actividad o
seguridad de las personas que nos rodean.
El sueño ha sido considerado durante muchos años un fenómeno pasivo,
ya que durante esta fase la actividad física es casi inexistente y la reacción
frente a los estímulos externos es reducida; sin embargo, los avances médicos
han puesto de manifiesto que es un proceso activo, con una importante actividad
eléctrica cerebral e importantes cambios en el funcionamiento del organismo.
Por tanto podemos decir que el sueño es un estado fisiológico natural,
indispensable para mantener un correcto equilibrio físico y psíquico, que acontece
aproximadamente cada 24 horas, con independencia de la voluntad de la persona.
Sin embargo, dormir no es suficiente. Es importante que duermas una
cantidad de horas necesarias y que el sueño permita restaurar la funcionalidad
del organismo para poder afrontar de modo adecuado el día a día, así como
mantener la energía, la termorregulación del cuerpo y consolidar la memoria, es
decir que sea un sueño útil y reparador.
Existen distintos factores que influyen en la calidad del sueño, todos
ellos de distinta naturaleza, como por ejemplo: el ritmo circadiano, factores
del organismo, factores de la propia conducta y factores ambientales.
Cuando estos factores se alteran pueden dan lugar a diversos
trastornos del sueño.
El trastorno de sueño más común es el insomnio, considerando éste como
la dificultad para iniciar y/o mantener el sueño a lo largo de la noche y además
son frecuentes los despertares durante el descanso nocturno o despertarse antes
de lo normal. Puede estar inducido por factores predisponentes (salud, edad…),
precipitantes (ansiedad, depresión…), perpetuantes (malos hábitos de higiene de
sueño, alimentación…).
Todo ello genera signos a lo largo del día como somnolencia, fatiga,
cansancio, alteraciones del humor, dificultad en la concentración y en la
realización de tareas cotidianas, etc.
Por ello, puede considerarse un trastorno que afecta a las personas
tanto durante la noche como durante el día.
Lucía Alonso Pérez
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