La preadolescencia resulta
especialmente complicada para los chicos. Tienen que hacer frente a cambios evolutivos y con éstos, a cambios
personales y psicológicos. Es frecuente que estos cambios den lugar a fluctuaciones
en el humor, nerviosismo, temores… En esta etapa, los adolescentes son
especialmente vulnerables ante situaciones de abuso en el aula. La personalidad
de los chicos se está formando y encontramos desde estilos de interacción
inhibida, pasando por la equilibrada y por relaciones basadas en la dominación.
Es frecuente que en esta etapa, las
amistades cambien, las relaciones entre ellos sean tensas o ambivalentes
(“amor-odio”) por lo que es determinante que se tenga una idea clara de qué
consideramos maltrato para poder prevenirlo o para “actuar a tiempo”.
Entendemos por maltrato “toda acción reiterada a través de diferentes formas de
acoso u hostigamiento entre dos alumnos o entre un alumno y un grupo, en el que
la víctima está en situación de inferioridad respecto al agresor”. De modo, que
se considera tanto las agresiones físicas o el acoso sexual, como los insultos,
motes, las amenaza, “hacer el vacío” o “marginar” a las víctimas.
Señales que indican que nuestro hijo
puede estar siendo maltratado:
- Se muestra triste y angustiado. Presenta síntomas depresivos.
- Está más nervioso, asustadizo o distraído.
- Aparecen conductas regresivas (micción nocturna, pesadillas…), tics nerviosos, labilidad emocional.
- Rechaza ir al colegio y todo lo relacionado con él. Miente y finge enfermedades con frecuencia.
- No tiene un grupo de apoyo.
- Presenta contusiones, heridas…
- Desaparecen tus pertenencias (móvil, dinero, mp4, ropa…)
Que nuestro hijo presente una o
varias de estas señales, no significa que necesariamente esté siendo víctima de
malos tratos en el aula. Si observamos alguna de ellas, así como otros
comportamientos desajustados, es recomendable indagar más hablando con nuestro
hijo, preguntando a su tutor…
Qué hacer cuando se confirma que
nuestro hijo es víctima de acoso escolar:
- Apoyar y crear un clima de confianza en casa.
- Favorecer que nos cuente todo lo que ha ocurrido. Es necesario mostrar empatía y comprensión.
- Elogiar todos sus méritos y cualidades personales. Reforzar el esfuerzo y fortaleza que ha mostrado al confiar en nosotros.
- Ayudar a que cree nuevos grupos de actividades. Comprobar que sean entornos seguros.
- Mostrarnos dispuestos a escuchar e intentar ayudarles. Se debe llevar a cabo una supervisión para conocer el estado del problema.
- Contactar con el centro escolar e informar de lo sucedido. Si las agresiones se mantienen, se puede acudir a la AMPA o al Defensor del Menor. Si observamos que hay un alto riesgo de peligrosidad, denunciar a la Policía.
Paula Gordillo
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