En una dimensión del Universo se reunieron las fuerzas creadoras de los mundos dispuestas a realizar su papel con el ser humano. Estos dioses tenían un gran sentido del humor, y decidieron gastar una broma en el hermoso planeta azul. Decidieron determinar cuál sería el lugar que a los seres humanos más les costaría encontrar. Una vez hallado, depositarían allí las llaves de su felicidad.
- Bien, las esconderemos en lo más profundo de los mares –dijo uno de ellos.
-Ni hablar –opuso otro rápidamente–. El ser humano avanzará en sus ingenios científicos y podrá llegar hasta allí y encontrarlas.
-Bueno, pues podríamos esconderlas en lo profundo de los volcanes –dijo otro de los presentes.
-Tampoco –volvió a replicar un tercero. Resultará inútil, porque así como será capaz de dominar las aguas, también será capaz de dominar el fuego.
-¿ Y por qué no bajo las rocas más sólidas y profundas de la tierra? –propuso un presente.
-Inútil –replicó un compañero–. En unos pocos miles de años el hombre dispondrá de capacidades para sondear los subsuelos y extraer todos los metales y piedras preciosas que desee.
Se hizo un silencio primordial hasta que, al fin, el que destacaba por su ingenio dijo con solemnidad y regocijo:
-Esconderemos las llaves de la felicidad en un lugar que el hombre, por más que busque, tardará mucho, mucho tiempo en suponer e imaginar.
-¿Dónde?, ¿dónde? –preguntaron con ansiosa curiosidad los que conocían su sagacidad y lucidez.
-El lugar del Universo que el hombre más tardará en mirar, y en consecuencia hallar, es el interior de su corazón. Y todos estuvieron de acuerdo.
No esperes encontrar la felicidad fuera de ti, sólo buscando en tu interior podrás encontrarla
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