Los estudios nos muestran que las cosas “buenas” y los
grandes logros sólo nos hacen felices de forma efímera. Pasado un tiempo,
volvemos a estar como antes. Pero esto también ocurre con las desgracias y
problemas que nos encontramos. Tras un periodo de preocupación, tristeza,
angustia o cualquier otra emoción negativa, volvemos a estar como antes. Veamos
algunos ejemplos:
- Ser despedido o ascendido en el trabajo, pierden su efecto sobre el nivel de felicidad en menos de tres meses
- La riqueza y la felicidad no guardan una fuerte relación. Los ricos son sólo ligeramente más felices que los pobres.
- A pesar de que ahora tenemos más dinero que hace 50 años, el nivel de satisfacción con la vida no ha aumentado en muchas naciones ricas.
- Ser más o menos atractivo no incide en la felicidad.
- La salud física objetiva, apenas guarda relación con la felicidad.
Pero aunque esto ocurre de forma general, hay algunas
situaciones a las que tardamos más en acostumbrarnos como por ejemplo: la
muerte de un hijo o de la pareja, un accidente, cuidadores de personas que
padecen Alzheimer o el caso de los habitantes de India o Nigeria que se siguen
considerando menos felices que las personas de países ricos a pesar de que la
pobreza persista desde hace siglos.
Paula Gordillo
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