Los estilos educativos han evolucionado en los últimos
años, nada tienen que ver con las pautas que aplicaban nuestros padres y
abuelos.
Ha cambiado la interacción entre padres e hijos, fomentando
la educación basada en las consecuencias y en las leyes del aprendizaje.
Es cierto que en el núcleo familiar son las figuras
parentales quienes establecen las normas y los límites; pero no debemos olvidar
que los menores también tienen sus derechos.
Al mismo tiempo que los niños crecen, deben crecer así
sus deberes, responsabilidades y derechos. Pero es toda la familia quien debe
adaptarse a las nuevas necesidades.
Por tanto el equilibrio entre todo ello y el
establecimiento de unas consecuencias adecuadas, facilitarán una interacción
eficaz entre padres e hijos.
Una vez llegado a la adolescencia el menor tratará de
cruzar límites y buscar su propia autonomía, pudiendo generar discrepancias,
discusiones y situaciones desagradables si no se maneja correctamente.
La negociación es una buena herramienta, fundamental
que ayuda a establecer un equilibrio entre ser permisivo y restrictivo como
padres.
La clave de la negociación es la exposición por ambas
partes de ¿Qué queremos? y ¿Qué estamos dispuestos a dar a cambio? Donde el
resultado final se basa en una decisión conjunta intermedia y no una
imposición, aunque la aceptación final la toman los padres, ya que mantienen su
papel de autoridad.
Con ello no solo fomentamos la participación del adolescente
y aumentamos su sensación de escucha y aceptación en la familia, sino que le
dotamos de un ejemplo y una herramienta eficaz que podrá aplicar en distintos
ámbitos de su vida.
Algunos factores decisivos para que esta práctica sea
efectiva son:
-Que ambas partes se preparen para la negociación.
-Buscar el momento más adecuado.
-Establecer, exponer con claridad y comprender los
objetivos.
-Escuchar activamente a tu hijo.
-Estar receptivo a ceder ante las peticiones y marcar
consecuencias claras.
-Si se llega a un acuerdo final entre ambas partes, es
aconsejable sellar un trato, como por ejemplo un contrato simbólico.
Lucía Alonso Pérez
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