En una ocasión, un león joven se acercó a un
lago para poder calmar su sed. Al ir a beber, vio su rostro reflejado en las
claras y espejadas aguas del lago, y se dijo a sí mismo: “¡Vaya! Este lago debe
de ser de este león. Debo tener mucho cuidado con él”.
Y, atemorizado, se alejó.
Como tenía mucha sed, regresó días después y
allí vio, al ir a beber, otra vez al león, por lo que huyó antes de probar la
apetecible agua. ¿Qué hacer?
Los días eran muy calurosos y la sed lo
asfixiaba. Lo intentó de nuevo y al ver el rostro del león, rugió, pero
entonces el león del lago también lo hizo, sintió pavor y salió corriendo.
Apretaba cada vez más el calor y la sed era insufrible. Decidió esperar a
hacerse más grande y dejar pasar los años para logran vencerlo, ya que deseaba
probar las aguas de aquel lago.
Pasaban los años y cuando lo intentaba de
nuevo, sucedía lo mismo; ya que el león que protegía el lago se iba haciendo
más grande con el tiempo.
Estaba desesperado y tanta sed tenía que se
dijo: “Da igual si muero al beber el agua, pero ya no puedo más”. Lo había
intentado muchas veces, pero no se rendía, esta vez iba más decidido que nunca,
lo quería lograr.
Se acercó al lago y en el mismo vio al león,
mucho más fuerte que en las anteriores ocasiones, firme y esbelto, pero a pesar
del temor, metió de golpe la cabeza en el agua para saciar su sed y entonces,
¡Lo había logrado!, el león había desaparecido.(Cuento Africano)
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