Puede que ya hayas oído hablar sobre
la “Inteligencia emocional” y su importancia en nuestro día a día. Pero, ¿qué
significa realmente?
A lo largo de los años se han
aportado diferentes definiciones, siendo la más popular la que define a la
Inteligencia Emocional (IE) como la capacidad para manejar nuestras emociones
con el fin de gestionar nuestro pensamiento y a la inversa, para que a través
de nuestro razonamiento se puedan abordar las emociones.
Para que esto pueda llevarse a cabo
debemos ser capaces de percibir lo que sentimos, estar abiertos a nuestras
emociones sin rechazarlas, comprender
por qué aparecen y gestionarlas de forma adecuada. Aunque parece fácil, a veces
nuestros cambios emocionales son debidos a que no hemos abordado de forma
adecuada alguno de estos puntos.
Por tanto, parece que ser
emocionalmente inteligentes es muy interesante y merece la pena trabajar para
conseguir serlo. No obstante hay en algunas áreas en que resulta especialmente
útil la inteligencia emocional:
- Relaciones sociales: para la mayoría de nosotros la relación con los demás es una de las cosas que más satisfacción nos produce. La IE nos ayuda a expresar mejor nuestros objetivos, emociones, favorece la empatía y somos capaces de comprender mejor las reacciones de los demás.
- Rendimiento académico y laboral: la razón principal es que somos capaces de manejar de forma más adecuada emociones como el estrés, ansiedad, angustia… Y también permite que no nos dejemos atrapar por pensamientos de autocrítica y de falta de valía en nuestro desempeño diario
- Equilibrio psicológico: la IE es un antídoto ante las emociones negativas y al mismo tiempo genera tanto pensamientos como sentimientos positivos. Esto es debido a que vemos la vida como menos peligrosa y somos capaces de hacer frente a las adversidades de la vida con mayor optimismo.
- Conductas de riesgo: la investigación nos demuestra que la gestión adecuada de las emociones está relacionada con reducción de conductas de riesgo como el consumo de drogas. Cuando somos capaces de gestionar nuestros pensamientos y sentimientos, no necesitamos recurrir a “métodos” más desesperados para sentirnos mejor.
Y lo mejor de la Inteligencia
Emocional es que podemos aprenderla y cultivarla. Si crees que es una
asignatura pendiente, no te preocupes porque nunca es tarde para empezar en la
aventura del desarrollo del crecimiento personal.
Paula Gordillo Montilla