15 de septiembre de 2014

¡Estudiar puede ser muy fácil!

Acaban de empezar las clases, retomamos la rutina y empezamos a adaptarnos a los nuevos horarios: levantarse pronto, los niños van a clase y los padres a trabajar, empiezan las actividades extraescolares… Y un año más hay que retomar los estudios.

A los niños les suele costar mucho esfuerzo sentarse en una silla a estudiar y hacer los deberes, y en especial después de tantas horas de colegio. Sin embargo, es la manera para evitar el fracaso escolar. En España, el fracaso escolar afecta a más del 30% de los estudiantes. Estas cifras se podrían mejorar si instauramos en los alumnos el hábito y técnicas de estudio adecuadas.

Un hábito es un comportamiento que repetimos regularmente. Estos comportamientos los vamos aprendiendo a medida que los repetimos, y los mejoramos aprendiendo de los errores que cometemos.

¿Cómo podemos instaurar el hábito de estudiar en nuestros hijos?


Que nuestro hijo sepa estudiar y tenga el hábito de hacerlo todos los días es beneficioso para desarrollar la capacidad de aprendizaje. Podemos empezar a enseñar a nuestros hijos este hábito a partir de los 7-8 años. Cuando son más pequeños van a requerir más de nuestra ayuda, y a medida que van creciendo irán adquiriendo más autonomía.

A la hora de instaurar un hábito es importante que el niño tenga una figura en la que fijarse, como un modelo que le guíe.

Los primeros días procura dar pautas a tu hijo de qué es lo que tiene que hacer y cómo. Cuanto más específicas sean las pautas mejor será las entenderá tu hijo.

Te proponemos que sigas estas pautas:

-          Procura que el lugar de estudio sea siempre el mismo, así como la hora de empezar a estudiar. Lo ideal es que tenga su propia mesa de estudio y que empiece a estudiar todos los días a la misma hora, por ejemplo al llegar a casa, después de merendar.

-          Planificar la semana. Es de utilidad hacer un horario en el que aparezcan los días de la semana y se vea reflejado: las horas que se van a dedicar al estudio, el tiempo de descanso (dependiendo de la edad, para los más mayores aprox. 20-30min cada hora y media) y otras actividades, como por ejemplo el deporte, clases particulares, tocar un instrumento…

Distribuye el tiempo de manera que pueda ser flexible, ya que en ocasiones una tarea nos lleva más tiempo o menos del que habíamos planificado.

-          Planifica el estudio diario en función de las asignaturas y los deberes. Es recomendable empezar siempre por la asignatura o tarea que resulte más complicada.

-          Antes de empezar a estudiar, revisad y preparad el material que vaya a necesitar, y ponedlo a su alcance, para evitar que se levante de la silla en numerosas ocasiones.

-          Técnicas de estudio. Si tus hijos son pequeños tendréis que trabajar sobre las diferentes técnicas de estudio hasta dar con la que mejor le conviene a tu hijo.

-          Tiempo de ocio. Todo trabajo y esfuerzo merece tener una recompensa. No olvides hace actividades con tus hijos, será el mejor refuerzo que les puedas dar.

No te olvides que este proceso puede ser un poco largo y sacrificado para los padres. A pesar de ello, cuanto antes aprendan sus obligaciones, en este caso estudiar, y cómo deben hacerlo, será más beneficioso para el niño.


Silvia Abbad-J.A.

10 de septiembre de 2014

Dos monjes y una mujer

Dos monjes zen iban cruzando un río. Se encontraron con una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo. Así que un monje la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla.
El otro monje estaba furioso.

No dijo nada pero hervía por dentro. Eso estaba prohibido. Un monje budista no debía tocar una mujer y este monje no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros.

Recorrieron varias leguas. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje que estaba enojado se volvió hacia el otro y le dijo:

- Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informar acerca de esto. Está prohibido.
      - ¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo el otro.
      -  ¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros -dijo el que estaba enojado.
     - El otro monje se rio y luego dijo: Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchas leguas atrás. Tú todavía la estás cargando...

7 de septiembre de 2014

VIVIR EN TIEMPOS DE GUERRA


Un avión de civiles derribado por un misil, palestinos e israelitas asesinados en sus casas, calles… La constante inestabilidad política, social y económica en África Subsahariana. Y como estos, muchos otros conflictos que suceden por todo el planeta y en los que apenas nos paramos a pensar porque nos tocan de muy lejos o porque es mejor mirar hacia otro lado. Sea como sea, no debemos olvidar que detrás de la guerra, de cada conflicto, hay miles de personas que están pagando las consecuencias de los actos de unos pocos. Miles de personas a las que por desgracia, les ha tocado “vivir en tiempos de guerra”

La guerra deja su huella a nivel económico, político pero quizás la repercusión más importante sea a nivel social y personal, porque no olvidemos que la guerra la hacen las personas y son las personas, las que acaban sufriendo sus consecuencias. Un país o región tarda años en recuperarse de un conflicto, en volver a la normalidad pero, ¿Y un ser humano? ¿Puede superar y recuperarse de una guerra?

La situación vital a la que está sometida la población, marcada por la incertidumbre, terror y la indefensión y sin olvidar el hambre, las enfermedades y las muertes darán lugar, en la mayoría de los casos, a graves consecuencias psicológicas y psiquiátricas. Pero no todas las personas tendrán las mismas reacciones y éstas dependerán en gran medida de sus fortalezas y experiencias pasadas.

El problema psicológico que aparece con mayor frecuencia es el Estrés Post- traumático (TEPT) Es decir, la aparición de una gran cantidad de sintomatología ansiosa tras haber presenciado o vivido un hecho traumático en el que su vida o la de otros corre peligro. Pero si se aborda a tiempo y empleando los recursos adecuados, se puede volver a un funcionamiento óptimo con relativa prontitud. Pero el problema principal que encontramos en la guerra, es el estrés crónico, ya no es que tu vida corra peligro sino que eso lleva siendo así mucho tiempo y no sabes cuándo va a acabar. No controlas tu vida, estás en las manos de otros.

Pero aunque las secuelas negativas son más que evidentes, también se ha comprobado que se puede producir un crecimiento personal cuando eres víctima de este tipo de conflictos. Y una de esas fortalezas es la resiliencia, es decir la capacidad de adaptarse bien al trauma o adversidad.

Parece imposible, pero ¿cómo se puede desarrollar la resiliencia en tiempos de guerra? Algunas de las cosas que pueden ayudar es buscar apoyo en otras personas o en la fe, dosificar la cantidad de información sobre datos de la guerra, ayudar a los demás o siempre que sea posible, mantener una rutina diaria. Por otro lado, prever y planificar un plan de emergencia, fortalecer la autoestima o mantener una actitud positiva y esperanzada con el futuro son elementos esenciales para hacer frente a las dificultades de forma adaptativa. (Adaptado de American Psychological Association)

Y aunque no es consuelo, sabemos que el ser humano tiene tal capacidad de adaptación y un instinto de supervivencia tan desarrollado, que puede superar y sobrevivir a situaciones muy complejas y dramáticas como es “vivir en tiempos de guerra” e incluso salir fortalecido de ellas.

Paula Gordillo



5 de septiembre de 2014

¡Vuelta al cole!


Después de 2 meses de vacaciones en los que nos hemos divertido, hemos descansado y hemos olvidado cosas como madrugar, ahora tenemos que volver a la rutina. A las personas adultas nos cuesta trabajo volver a esa “normalidad” y a veces nos podemos olvidar de que a los más pequeños también les resulta complicado.


Por tanto, el síndrome postvacacional también afecta a los más pequeños de la casa.Este se manifiesta con síntomas como cansancio, irritabilidad o pérdida del apetito. En la actualidad, 3 de cada 10 niños sufren ansiedad e irritabilidad por la vuelta al cole.
¿Quieres evitar que le pase esto a tu hijo? Para ello el papel de los padres es importante. La vuelta a la rutina requiere de un proceso de adaptación, en el que se deben involucrar tanto a mayores como a niños, y que debemos ir adquiriendo paulatinamente.

Además, la actitud de los padres ante el inicio del nuevo curso y la vuelta a su propio trabajo también puede influir en la buena o mala adaptación a la rutina del niño. Los niños aprenden por imitación y observación, así que la forma de comportarse de los padres se va a ver reflejado en el comportamiento de los hijos.

¿Qué podemos hacer para que la vuelta al colegio no sea tan dura para nuestros hijos?

-          Recupera los horarios normales. Para evitar que se sienta cansado, es recomendable, unos días antes de empezar las clases, retomar los horarios de comidas y sueño, para que poco a poco se adapte a la nueva rutina.

-          Organizar el material escolar. Procura que tu hijo se involucre a la hora de ir a comprar o recoger los libros y material escolar, y que sienta curiosidad por las nuevas asignaturas y el temario para este curso escolar que empieza.

-          Prepara un ambiente de estudio. Lo idóneo es tener un sitio fijo donde poder hacer estudiar y hacer las los deberes y tareas  del colegio. Procura que este espacio sea tranquilo y alejado de elementos que puedan distraer al niño de sus tareas, como por ejemplo los juguetes o la televisión.

-          Muestra aspectos positivos de la vuelta al colegio: el reencuentro con los amigos, las horas del recreo, los juegos, las actividades extraescolares o el aprendizaje de nuevos conocimientos. Para aumentar su motivación recuérdale anécdotas divertidas vividas en el colegio durante los cursos anteriores.

Una vez recuperada con éxito la rutina, no olvides que dedicar parte del tiempo a disfrutar con tus hijos y hacer actividades en familia.


Silvia Abbad-J.A.

4 de septiembre de 2014

EL CIELO Y EL INFIERNO

Un hombre habló con el Señor acerca del cielo y el infierno.
El Señor le dijo a ese hombre: "Ven, te mostraré el infierno".
Entraron en una habitación en donde un grupo de personas se encontraba sentado alrededor de una enorme olla de guisado. Todos estaban desesperados y muertos de hambre.

Cada persona sostenía una cuchara que tocaba la olla, pero cada cuchara tenía un mango mucho más largo que su propio brazo, de tal manera que no podía utilizarse para llevar el guisado a sus bocas. El sufrimiento era terrible.

"Ven, ahora te mostraré el cielo", dijo el Señor, después de un tiempo.
Entraron en otra habitación, idéntica a la primera, la olla de guisado, el grupo de personas, las mismas cucharas con mango largo. Sin embargo, allí todos estaban felices y bien alimentados.
"No comprendo", dijo el hombre. "¿Porque están felices aquí, si en la otra habitación se sienten miserables y todo es igual?"

El Señor sonrió. "Ah, es sencillo", respondió. "Aquí aprendieron a alimentarse mutuamente".
Es decir, mientras que en el infierno cada uno quiere comer con su cuchara y no es capaz de compartir con los demás, en el cielo cada uno piensa primero en el hermano y con su propia cuchara lo alimenta al otro.

2 de septiembre de 2014

Del famoso #Icebucketchallenge a lo que se esconde detrás de la ESCLEROSIS LATERAL AMIOTRÓFICA (E.L.A)


Durante todo el verano hemos visto vídeos de famosos y de personas anónimas echándose cubos de agua helada por la cabeza siguiendo la iniciativa: #Icebucketchallenge (desafío del cubo de hielo). Han sido muchas las críticas que ha recibido esta campaña ya que en algunos países como España, se ha convertido más en una moda que una fuente de donativos. No hay que olvidar que esta idea surgió como medio para acercar a las personas a una enfermedad que cada año se cobra a muchas víctimas pero de la que se sabe muy poco, de ahí la importancia de conseguir fondos para seguir investigando. Porque la investigación no es gratis y porque de ella depende la vida de muchas personas.

Si nos ponemos en la piel de una persona a la que se diagnostica de esta enfermedad,  podemos comprender el por qué  del cubo de agua helada. Y es porque la reacción humana ante este tipo de noticias es el shock, quedarse helado, bloquearse y no sólo por el antes y el después en su vida sino porque el afectado sabe que comienza un viaje con un destino incierto y en el que perderá por el camino gran parte de lo que le define, de sí mismo.

¿Pero qué es la E.L.A?

Es una enfermedad neurodegenerativa en la cual se produce un importante deterioro de las células nerviosas que permiten que podamos andar, respirar, tragar, hablar… La esperanza de vida tras el diagnóstico suele ser de 3 a 10 años, siendo la calidad de vida muy pobre debido al intenso deterioro. Y si esto no fuera poco, el paciente es consciente de todo lo que ocurre ya que la capacidad cognitiva (memoria, pensamiento…) permanece intacta. Y aunque en algunos casos tiene una base hereditaria, nadie está libre de padecerla.

Y no sólo es lo físico ya que a nivel emocional son muchos los cambios que se producen. Podemos imaginar la cantidad de estados emocionales diferentes por los que puede pasar una persona con E.L.A desde la rabia, tristeza, incertidumbre… Pero quizás lo más cruel de la enfermedad es que el deterioro es tan rápido, que no permite que la persona acepte o asimile que ha perdido alguna capacidad de modo que el sufrimiento y la desesperanza es aún mayor.

Son muchos los especialistas (neurólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, cuidadores, rehabilitadores, psicólogos…) que intentan que la vida de estas personas sea lo más digna y fácil posible. Pero aunque esto es importantísimo, aún se necesita más. Se necesita saber el origen de la enfermedad y una cura, se necesita investigar más.

Todos podemos ayudar a combatir enfermedades como esta. Y aunque el dinero es importante, cualquier ayuda es bien recibida (voluntariado, donación de ayudas técnicas…)

“He notado que aun la gente que dice que todo está predestinado y que no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino, mira antes de cruzar la calle”
Stephen Hawking (Enfermo de E.L.A)


Paula Gordillo 

1 de septiembre de 2014

10 COSAS PARA SUPERAR EL SÍNDROME POSTVACACIONAL


1.        Ve paso a paso, sin prisa pero sin pausa
El síndrome postvacacional no es una depresión pero tiene síntomas parecidos. El primer paso para volver a la “normalidad” es aceptar que durante unos días puede que estemos cansados y apáticos pero que si nos lo tomamos con calma, pronto se nos pasará.

2. No te estanques en la rutina, busca nuevos planes
Las vacaciones enganchan porque hacemos cosas divertidas y diferentes. La mejor forma de no echar de menos las vacaciones es incluyendo en nuestro día a día actividades con las que lo pasamos bien (tomar café a la salida del trabajo, escapada de fin de semana, ir al cine…)

3.      Practica deporte
Hacer ejercicio es un antídoto estupendo para hacer más llevadera la vuelta. Pasear a buen ritmo, hacer un poco de bicicleta o salir a correr puede ser una buena opción, ¡buena para la mente y el cuerpo!

4.     ¡Piensa en positivo! ¡Háblate en positivo!
Puedes hacer mil cosas pero si tus pensamientos son negativos, no servirá de nada. Para hacer frente al síndrome postvacacional es necesaria una buena actitud. Se positivo y te estarás ayudando a ti mismo.

5.      Organízate y aprovecha el tiempo libre
A pesar de que las obligaciones tienen prioridad, aprende a organizar tu tiempo de modo que puedas hacer cosas gratificantes. No hay nada peor que pasar las horas en el sofá echando de menos la playa y los rayos del sol… Muévete y haz algo que te guste.

6.     Come y duerme bien
Uno de los hábitos que solemos descuidar durante las vacaciones son las horas de sueño y una dieta equilibrada. Para rendir de forma adecuada es necesario que comas y duermas bien ya que son dos cosas que te ayudarán a recargar las pilas para enfrentar el nuevo día con energía.

7.      Disfruta de tu trabajo
Está demostrado que no es el trabajo en sí sino la actitud hacia el mismo lo que hace que seamos felices con él. Busca un propósito a tu trabajo, mantén una buena relación con tus compañeros…

8.      Sin presiones
El rendimiento irá aumentando poco a poco, no te exijas el 100% desde el principio. Al cabo de unos días irás cogiendo ritmo y volverás a sentirte eficaz en tus obligaciones.

9.     Aprende a desconectar
Cuando llegues a casa, estés con tu familia o amigos intenta desconectar del trabajo así evitaras la angustia y por otro lado, te empaparás de estar rodeado de las personas a las que aprecias.

10.  Usa el sentido del humor

Hacer bromas o chistes sobre la vuelva a la rutina te ayudará a v
er el lado más simpático del pequeño “trance” de volver a la rutina. 

Equipo Feeling