10 de marzo de 2015

¿Relaciones a distancia? ¡ES POSIBLE!


Hoy en día son cada vez más frecuente las relaciones a distancia por múltiples razones (laborales, académicas…) Y si es a veces complicado conseguir que una relación sea gratificante estando juntos, la distancia no lo va a poner mucho más fácil. Pero no hay nada imposible, si se desea y si se trabaja por ello.

Ingredientes para que una relación a distancia funcione:
    Esto es cosa de dos
Si queréis que funcione una relación de este tipo, es muy importante que ambos estéis de acuerdo y comprometidos. Pueden surgir algunas dudas al principio porque las relaciones a distancia tienen mala fama, pero si ambos queréis no hay porque temerlas.
Daos tiempo
Para un cambio de este tipo supone es necesario un tiempo de adaptación, pero no pienses que el tiempo por si sólo va a ser suficiente. Ambos tenéis que trabajar y esforzaos para construir una situación sólida a pesar de las circunstancias y de los obstáculos que vayan surgiendo.
Marcad un final (es)
Es importante que os reencontréis con cierta frecuencia. Que vuestra separación tenga una fecha límite os motivará a hacer el esfuerzo por mantenerla cuidada.
No dejéis de vivir vuestra vida.
Al igual que si se tratara de una relación convencional, es importante enriquecer cada uno su vida de forma independiente. No dejéis de salir con amigos, ir al cine, practicar vuestros hobbies… Aunque al principio pueda costar y dar pereza, esto os ayudará a combatir la tristeza, nostalgia o la desgana. ¡Importante! Cuando quedes con otras personas no monopolices el encuentro con tu relación. Tienes que aprender a cuidar todas las áreas de tu vida y disfrutar con cada una de ellas.
Aprended a comunicaros.
La comunicación es uno de los aspectos más importante y que mayores problemas suele acarrear. La clave, una vez más, es que los dos estéis de acuerdo. Por ejemplo: un mensaje antes de dormir, una llamada telefónica una vez a la semana… Mantener cierta rutina es importante pero hay que aprender a ser flexibles y a tolerar los imprevistos. No olvides que esta “encima” de una persona puede ser muy cansado además de no ser nada atractivo.
Los mensajes, emails… pueden llevar a interpretaciones erróneas de manera que siempre que puedas, utiliza las video-conferencias, notas de voz o llamadas telefónicas.
También tendrás que ser mucho más expresivo y cuidadoso con las ironías, bromas o ambigüedades ya que es bastante probable que no se entiendan y den lugar a tensiones. Utiliza un lenguaje directo y sencillo en el que expreséis emociones y las ideas de una en una. Los emoticonos, fotos… pueden ser de ayuda como apoyo al mensaje escrito.
Compartid las penas pero también las alegrías.
Tan importante es contar lo malo como lo bueno. Hablar sobre dudas, miedos… es muy sano pero también lo es ser positivo y agradecido por el rato de conversación o por cualquier otra cosa que valores de la relación. Eso fortalecerá la relación y hará que ésta madure. ¡No te olvides de agradecer o señalar todo lo bueno que hay en tu relación!
No os dejéis arrastrar por vuestras emociones.
Emociones como la tristeza, estrés, celos… son complicadas de gestionar y aún más cuando os separan cientos de kilómetros. Pero que sea complicado no significa que sea imposible. Lo primero es aceptar que estás emociones aparecen en todas las parejas ya estén juntas o separadas, es decir, son normales. Y lo segundo es que detectéis que está causando la emoción e intentar encontrar una solución.
¡Sorprendeos!
Una de las cosas buenas de la distancia es el factor sorpresa. Además de darle emoción a la relación será un lubricante perfecto para mantener la ilusión y la expectación durante el tiempo que estéis separados. ¡¡Sed imaginativos!!

Los consejos que acabamos de mostrar son ingredientes para hacer más sencilla una relación a distancia, pero no siempre van a ser suficientes, a lo mejor es demasiado tarde y siempre va a depender de las características propias de la relación. Pero, querer es poder y puede haber una oportunidad más, siempre y cuando siga vivo el compromiso y la motivación para esforzarse.

“No mida la distancia, mida el amor”
(Anónimo)

Paula Gordillo

8 de marzo de 2015

La inocencia del juego

¿Hace cuanto tiempo no jugáis? ¿Por qué cuando somos adultos dejamos de jugar? ¿Qué beneficios tiene el juego en nuestra vida?
La simple acción de jugar cuando somos niños es clave para el desarrollo de nuestra vida, nos ayuda a: potenciar nuestros sentidos, facilitar nuestro desarrollo psicomotor y motriz, desarrollo de la autonomía personal, aprender valores-normas-esquemas, maduración social y afectiva, establecimiento de bases de las relaciones sociales, establecer un equilibrio emocional, potenciar el conocimiento y los procesos cognitivos (atención, memoria. etc)…
A la vez que maduramos, el juego y las funciones que cumple varía; de forma que va siendo más adaptativo para las necesidades que vamos encontrándonos en cada edad. Pero este desarrollo tiene sus bases en la infancia, y lo aprendido entonces, nos acompaña toda la vida.
Una de las bases del juego es la imitación, actuar en función de un papel. Cuando somos pequeños jugamos a: ser médicos y profesores, papas y mamas… todas estas representaciones de distintos roles nos ayudan a crear esquemas. La búsqueda de distintos comportamientos que debemos poner en marcha en diversos momentos de nuestra vida. Así en nuestra vida adulta contaremos con la flexibilidad de variar y modificar nuestra actuación en función de “si estamos trabajando o estamos en casa”, al igual que “si estamos con un familiar o con un desconocido”. Tenemos distintas formas de representar, nuestra única realidad.
El juego en la edad adulta nos ayuda a aprender para la vida, nos enseña a perder y ganar, base fundamental de nuestro día a día. Por ello modificamos el juego de representación hacia situaciones de incertidumbre o riesgo, con un objetivo final donde nuestra actuación juega el papel principal.
A pesar de que crecemos y vamos dejando menos tiempo al juego, no debemos olvidarnos de un factor importante: La imaginación, es fundamental para la capacidad de creación. 
La imaginación potencia nuestra ilusión día tras día, y así facilita tener sueños y luchar por ellos.
Una de las razones por las que el hecho de “jugar” es tan importante es porque solo el hecho de dedicar un rato a pasarlo bien, ya provoca un aumento de los niveles de endorfinas. Disfrutar, reír, hacer actividades divertidas con los amigos ya es saludable porque en sí mismo.
-“Es hora de perder el tiempo haciendo el tonto, jugando, como solo los niños saben hacer”.–
Lucía Alonso Pérez

2 de marzo de 2015

¿Tu hijo tiene miedo?

¿Quién no ha sentido miedo alguna vez? El miedo es una emoción que experimentamos desde que somos pequeños y que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Los miedos son una respuesta a algo desconocido o que se perciben como peligrosas. Podemos expresar el miedo de diferentes maneras: gritando, nos paralizamos, salir corriendo, sudoración, evitación de una situación…

Los miedos son adaptativos. Esto quiere decir que si no tuviéramos miedos no manifestaríamos señales de alarma y por tanto pondríamos en peligro nuestra seguridad. De esta manera, los miedos nos sirven para defendernos y estar alerta ante situaciones peligrosas y poder poner en marcha la respuesta de huída o protección.

Miedos habituales en niños

Que los niños tengan miedos es normal, ya que muchos de ellos son evolutivos. Esto quiere decir que durante la etapa infantil hay miedos que son comunes, y que podemos considerar “normales”, a la mayoría de los niños y que con el tiempo ellos mismos los van superando. Es importante dotar al niño de las habilidades necesarias para que pueda hacer frente a estas situaciones y que su seguridad en sí mismo aumente cada vez más.

- Entre 0 y 1 año: muestran llanto ante estímulos desconocidos, como por ejemplo: los sonidos. fuertes, las personas extrañas, la separación de los padres, la oscuridad o los animales.

- Entre 2 y 4 años: muestran temor a los animales, a las personas disfrazadas, miedo a las tormentas.

- Entre los 4 y los 6 años: miedo a la oscuridad, a los seres imaginarios, a la separación de los padres.

- Entre 6 y 9 años: miedo al daño físico, a hacer el ridículo, al colegio.

- Entre 9 y 12 años: miedo al daño físico, a contraer enfermedades, miedo a las catástrofes, los conflictos entre los padres, a hacer el ridículo, al mal rendimiento escolar.

- Entre 12 y 18 años: miedos relacionados con la autoestima y las relaciones sociales.

¿Cómo podemos ayudarles a superarlo?

  • No perder la calma. La actitud de los padres es importante a la hora de superar el miedo. Si tú estas nervioso, pondrás a tu hijo más nervioso, ya que las emociones se contagian. Por ello evita enfadarte o ponerle en ridículo.
  • Ser comprensivos. Muéstrale tu apoyo y atención sin ser excesivamente protector. Los padres actúan como modelos antes sus hijos, de esta forma el ejemplo les ayudará a superar sus miedos.
  • Expresión emocional. Habla con tu hijo acerca de sus miedos y deja que exprese sus emociones, de forma que le ayudará a aliviar sus emociones.
  • Fomentar la autoestima. Cuando nuestra autoestima es buena nos resulta más fácil afrontar situaciones difíciles. Con los niños sucede lo mismo. Si un niño tiene una autoestima positiva, la probabilidad de superar el miedo con éxito será mayor.
  • Enfrentarse al miedo de forma graduada. Prepara situaciones en las que, de forma graduada, se enfrenta al miedo. Poco a poco podrá comprobar que tiene el control de la situación y que puede superarlo.
  • Crea una historia en la que él es el protagonista y se enfrenta al miedo de manera satisfactoria.


Tenemos que tener en cuenta que enfrentándonos a estas situaciones ponemos en marcha estrategias nos ayudan a cómo enfrentarnos a futuros problemas, por ello no hay que evitar que nuestro hijo tenga miedos.

Muchos de los miedos de los niños son pasajeros y los van superando solos, sin embargo, si los miedos persisten en tiempo y aumentan en intensidad habrá que valorar la intervención de un profesional.


Silvia Abbad-J.A.